Aunque desconocida por mucha gente, la mediación familiar la podemos definir como un procedimiento a través del cual las partes pueden acudir voluntariamente para resolver sus conflictos.
La mediación se realiza a través de la figura del mediador, un profesional cualificado, imparcial y sin capacidad para tomar decisiones por las partes, se encarga de facilitar las vías de diálogo y la búsqueda del común acuerdo.
El mediador es un profesional (psicólogo, abogado, etc.) con formación especializada en mediación y por tanto, no se debe confundir con una terapia de pareja u orientación familiar, pues trata en todo momento que las partes negocien entre sí sus desacuerdos.
Los Principios en que se basa son la voluntariedad, pues son las partes las que deben decidir acudir a resolver su conflicto a través de este sistema, y la confidencialidad, principio clave en la mediación, pues tienen que depositar su confianza en el mediador teniendo en cuenta que en caso de desacuerdo, no se admitirán en un proceso judicial posterior las pruebas que tengan origen en las sesiones de mediación.
El proceso puede terminar con un acuerdo total de los puntos a tratar, parcial o sin acuerdo, para el caso de un conflicto familiar de difícil solución.
Una vez concretados los acuerdos a los que han llegado las partes, se pondrán a disposición de la autoridad judicial para obtener su homologación y por tanto, podrán ser ejecutados en caso de incumplimiento.
Una de las ventajas de acudir a la mediación familiar es que se trata de evitar la apertura de un procedimiento judicial de carácter contencioso y para ello, es aconsejable acudir desde el primer momento en que la comunicación entre las partes se bloquea.